Figura de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, mantuvo la esperanza del reencuentro hasta el último suspiro. Aunque jamás bajó los brazos, no pudo hallar al hijo de Silvina Parodi y Daniel Francisco Orozco, desaparecidos por la dictadura en 1978.
Sonia Torres, la figura más emblemática que las Abuelas de Plaza de Mayo han tenido en Córdoba. murió este viernes sin conseguir reunirse con su nieto, que nació en los albores de la dictadura cívico militar, poco después del secuestro y desaparición de su madre, Silvina Parodi y su marido, Daniel Francisco Orozco.
A los 94 años, esa mujer de apariencia frágil y fe indestructible dijo adiós sin haber renunciado jamás a la búsqueda del hijo de Silvina. En el camino, festejó cada vez que los esfuerzos daban resultado y alguna de las familias que habían padecido como ella el desgarro de una pérdida, conseguían recuperar a un nieto.
Sonia había nacido en Villa Dolores, el 2 de septiembre de 1929 y en plena adolescencia se trasladó a Rosario para estudiar Farmacia, profesión que convirtió en su medio de vida. La desaparición de su hija y su yerno y la posterior novedad del nacimiento de su nieto, la obligaron a cambiar su existencia.
La búsqueda la transformó en símbolo de perseverancia. No hace mucho le hicieron una nota en la que dio algunas pistas del empeño que puso para honrar el compromiso de tratar de conocer hijo de su hija del medio y recuperar a otros nietos de mujeres que, como ella, en épocas oscuras, se animaron a enfrentar a los poderes establecidos sin más escudos que su valor.
“He pedido a miles de personas, autoridades, no autoridades, amigos, enemigos… Tengo 600 hojas de pedidos, estoy haciendo mi carpeta de Abuelas con 14 carpetas mías que tienen 100 páginas cada una. He hecho lo posible y lo imposible por encontrar a mi nieto y por recuperar los huesitos de Silvina y Daniel”, dijo.
Aunque sus fuerzas menguaban por el paso de los años Sonia Jamás cedió a la tentación del olvido ni a la desesperanza. Siempre decía que no se iba a marchar de este mundo sin abrazar al nieto.
Le gustaba contar que, a diferencia de otras abuelas que carecían por completo de información, ella había tenido la fortuna de conocer que Silvina tuvo un hijo varón porque una persona que estaba en ese momento en la sala de parto le avisó.
Hasta el último aliento buscó a Efraín Daniel o Daniel Efraín. Soportó a pie firme ataques, algunas críticas despiadadas por la actividad política de su hija y su yerno pero jamás se desvió de su amoroso propósito de búsqueda. Al fin logró el acompañamiento de gran parte de la sociedad que siempre admirará su tozuda perseverancia.