El film protagonizado por ambas actrices y dirigido por Azul Lombardía es una comedia delirante sobre la dictadura de la belleza y los riesgos de las cirugías estéticas.
Son el agua y el aceite, dos mujeres en apariencia opuestas. Vera (Julieta Díaz) (sobre)vive a la ardua tarea de organizar la casa, cocinar, limpiar, lidiar con sus hijas y soportar a un esposo que no parece involucrarse demasiado con las responsabilidad familiares cotidianas. Por si fuera poco, produce y vende cremas totalmente naturales. A Vera le pasa lo que le sucede a muchas: no tiene tiempo para nada.
Ángela (Carla Peterson), en cambio, siempre luce impecable. Actriz de moda, ella hace de su apariencia y figura un modo de vida, dispuesta a cualquier tratamiento estético con tal de detener el paso del tiempo.
A ambas les diagnostican “ataques de ira”, razón por la que comparten un grupo de autoayuda del que saldrán codo a codo tratando de desenmascarar a un cirujano plástico que pone en riesgo sus vidas, vendiendo una peligrosa fantasía. Así es la trama de No me rompan, la comedia que Díaz y Peterson protagonizan y que se estrena el jueves 21.
Desde el título, No me rompan asume una postura clara respecto de todo lo que rodea a las mujeres en la cultura actual, la sobrexigencia de tener que estar “espléndidas” y la irregular industria de las cirugías estéticas. No es casualidad, de hecho, que la película haya tenido a la guionista y a las protagonistas antes que a los mismos productores. “Hubo primero muchas ganas de hacerla. Jazmín Rodríguez Duca (la guionista) es amiga y me acercó el guión, y luego se la dimos a que la leyera Juli a ver si se copaba, y por suerte le encantó. Así fue cómo empezó a tener forma, a sumarse un productor y por último Azul Lombardía para que la dirigiera”, recuerda Peterson.
-¿Fue una elección que la directora de la película fuera una mujer?
Carla Peterson: -La temática lo requería. Queríamos que fuera una directora mujer para que entendiera de lo que queríamos hablar y no tuviéramos que explicarle nada. Por más sensibilidad que tengan, los hombres no sienten lo mismo que nosotras. Los sentimientos son difíciles de transmitir. Es como la inteligencia artificial hablando sobre la muerte: no la conoce. Puede copiar a alguien, explicarla, pero no tiene miedo a morir. Entonces, si no lo vivís, es raro que puedas captarlo y además transformarlo en comedia. Nosotros no queremos dramatizar. No somos víctimas de nada. La película pone el tema en circulación, con una mirada, para que cada uno o una la viva como prefiera.
Julieta Díaz: -Lo que teníamos claro era que queríamos hacer una comedia… al borde. En el humor, después de No me rompan, no sé qué hay…. ¡un circo! (risas).
-¿Sienten que durante mucho tiempo el mundo femenino sufrió la interpretación masculina?
C.P.: -El mundo está hecho de hombres y mujeres, pero no todos ocupamos los mismos lugares.
J.D.: -No cabe ninguna duda que las mujeres incluyen a los hombres. Es como tiene que ser. El tema es que durante mucho tiempo las cosas fueron de otra manera. Pero ahora está cambiando y está buenísimo.
C.P.: -El tiempo para los hombres y para las mujeres es completamente distinto también. Hay cuestiones biológicas y culturales. Las mujeres tenemos un tiempo para ser madres, el tiempo del trabajo es distinto para la mujer que para el hombre. Hay un montón de cosas que las vivimos distintas; tal vez los hombres pueden entenderlas pero nosotras las vivimos.
J.D.: -Sí, las mujeres y los hombres no vivimos el paso de los años de la misma manera. Basta preguntarse cuándo se dice que un hombre es “viejo” y cuándo lo es una mujer. Claramente, siempre una mujer es señalada como “vieja” antes que a un hombre.
-En la película, Ángela y Vera se conocen en un grupo al que acuden para “controlar la ira”. No es casualidad, ya que se trata de un sentimiento que históricamente la cultura establecida asocia más a las mujeres que a los hombres.
J.D.: -La ira como algo negativo es potestad de las mujeres. Porque en el hombre la ira es fuerza, es potencia, es determinación para defender causas y hasta países. Pero en la mujer es histeria, es locura. ¡Si el orgasmo femenino era locura! La calentura de las mujeres fue histeria y locura durante siglos, y hasta ayer nomás. La película ironiza sobre el tema de gestionar la ira. Nosotras tenemos que gestionarla. En la película, cuando los personajes femeninos cuentan los motivos de sus enojos, sobran las razones para tales cosas. Pero la película te da vuelta todo, porque lo expone de tal manera que parezcan locas sin serlo. Angela y Vera son muy distintas, pertenecen a mundos supuestamente distintos, pero están atravesadas por la misma cultura.
C.P.: -Pero para darse cuenta de eso necesitan primero saber cada una qué es y qué quiere ser. Conocerse a sí mismas, reconocer las similitudes con otras, les permite salir mejor de las situaciones. Tal vez en Ángela está confundida por la cultura frívola en la que vive, por todo los mandatos a los que intenta satisfacer, por las estructuras en las que vivimos. Y Vera, a su modo y en su universo, le pasa lo mismo: padece a esa cultura que la obliga a hacerse cargo de todo.
-Sin victimizarse, cada una es rehén de su contexto sociocultural.
J.D.: -Por eso logran, a los tumbos y con mucho humor, superar sus miedos en sororidad con otras. Porque a las mujeres durante mucho tiempo quisieron ponernos como enemigas, y de repente descubrimos que no es así, que en realidad esa idea es un símbolo para instalar un montón de cosas. Para las mujeres pero también para los hombres: el mundo sería más sencillo si no tuvieran que competir entre sí. Nos unen un montón de cosas más que las que nos separan. Parece un eslogan, pero por algo funciona como eslogan: porque encierra una verdad. Hoy, pareciera que hasta lo más básico de los seres humanos estuviera puesto en duda. Las diferencias nos rechazan más que nunca, son excusas para no avanzar. Y para quedarse con algo del otro.
-¿Creen que el humor es un eficaz recurso para hablar sobre la cultura de la belleza hegemónica y de los peligrosos tratamientos estéticos a los que muchas se someten para alcanzar esa exigencia?
J.D.: -El humor une más que lo que rechaza. El humor cierra las diferencias. En No me rompan hay una crítica al sistema, a la cultura, se ríe de eso. Pero lo hace desde adentro, porque todas y todos estamos dentro de este sistema. ¿Quién puede decir que está afuera? Mi mamá, que vive en la montaña; pero tampoco, porque trabajó toda su vida. La película se mira a sí misma como parte del engranaje. Los personajes no son solo víctimas de una situación, también son cómplices. Y el humor es un arma amable para poder hablar de cosas que a lo mejor son muy difíciles de abordar. La solemnidad y la seriedad no siempre son los recursos más eficaces para cuestiones culturales.
C.P.: -Claro, porque muchas veces sucede que los abordajes terminan siendo el de la imposición de una verdad y la no escucha del pensamiento de los otros.
-Aún cuando se trata de procesos culturales sobre los que hay que aprender, volver sobre los propios pasos, reaprender y construir entre todos.
J.D.: -Eso es lo que hace la película. La película se tropieza consigo misma, pero no involuntariamente. Todo en lo que puedan tropezarse los personajes para llevarlos al límite y a la complejidad, lo hace. Eso es interesante, porque si no estás en el límite, hay un montón de cosas que no ves. A veces hay que estar al límite para darse cuenta de ciertas cosas.
-¿Cómo se relacionan ustedes con el paso del tiempo y los mandatos de la belleza hegémonica, que en su rubro tiene un nivel de exigencia mayor?
J.D.: -Fue cambiando con los años. Cuando tenía 20 años pensaba que iba a tener esa cara toda la vida… La verdad es que me cuesta un montón relacionarme con eso. Lo vivo con muchas contradicciones.
-¿Por ejemplo?
J.D.: -Me parece superficial querer estar más joven o impedir el envejecimiento, pero a la vez no me gusta mucho envejecer.
C.P.: -Son las cosas que tenemos que aprender. Como la muerte, es inevitable.
J.D.: -Es que es lo mismo. Es como aceptar que te vas a morir. Lo aceptamos, pero no queremos y hacemos todo lo posible para que no suceda.
C.P.: -Yo estoy adentro de este sistema y me pasa lo mismo. Me encantaría aprender a envejecer, convivir con el paso del tiempo, llevarlo bien, entenderlo, enseñarlo a los demás. Pero no sé cómo se hace. Lo que sí puedo decir es que siento que vivimos una transformación. Más allá de la personal, donde desde hace años traté de volver a lo importante, veo el camino que está habiendo en la sociedad. Por ahora es mínimo, va a llevar un montón de tiempo, pero hay más lugar para reflexionar sobre cómo nos mostramos y cómo nos llevamos con nosotros mismos. Estamos construyendo un camino de aceptación.
-¿En qué lo percibís en el medio artístico?
C.P.: -Creo que se escriben más guiones para mujeres de mayor edad, porque empezamos a tener esa necesidad. No solo se escriben guiones sobre el “dolor por amor”. Estamos atravesando una época de cambios. Ahora es imposible que se hable de las mujeres como se lo hacía antes. Hay cosas que ya no van más. Claro que todavía hay mucha confusión. Son las peleas que que cada uno tiene que dar, con una misma y con los demás. Todos aceptamos cosas que hoy nos avergüenzan o no haríamos, o nos reímos de cosas que estaban mal. Fuimos y somos parte. Hacerse las fotos hot para un almanaque, por ejemplo.
J.D.: -No me llamaron más (risas).
C.P.: -Pero ellos tampoco pueden seguir haciéndolo. Todos aceptábamos eso y queríamos estar ahí. Lo bueno es que ahora cuestionamos esas prácticas.
-¿Ustedes las sufrieron?
C.P.: -En el momento, tal vez no te das cuenta de que lo sufrís. Después te cae la ficha. Ahora quiero vivir doscientos años y ya no me importa cómo llego. Quiero llegar sana para vivir bien.
-Aunque la idea de hacer la película surgió hace seis años el destino quiso que se estrene después del fallecimiento de Silvina Luna. Los tratamientos estéticos están en al agenda mediática.
C.P.: -Ojalá no estén solo en la agenda mediática. Ojalá forme parte de otras agendas más importantes, como la judicial, la educativa, la política. Lo que le pasó a Silvina causa mucha tristeza. Al igual que lo que sucede en la película, lamentablemente, le tiene que pasar a alguien famoso y con recursos para que salga a la luz. Ella fue muy valiente porque, además del dolor, tuvo que soportar un montón de cosas que se dijeron en todos lados cuando estaba contando un sufrimiento muy grande. Además de tantas otras cosas que soporto en su vida… La crueldad a la que nos exponemos las mujeres es tremenda. Si el tema queda circunscripto a los medios es porque no aprendimos nada. La educación debe cumplir un papel fundamental. Las nuevas generaciones parecen entenderlo mejor. Los niños vienen evolucionados. Las nuevas generaciones son una evolución de nosotros, de lo que venimos acarreando. A cualquiera nos puede pasar lo que sucedió. A todas. No podés vivir creyendo que no te van a pasar esas cosas.
-En la actualidad, por ignorancia o negocios, se habla de cirugías estéticas con una frivolidad y liviandad pasmosas.