Recogemos las historias de los becarios Anabel Sáez Mas y Nacho Roura Blanco, que dedican sus esfuerzos a la investigación y la divulgación en el campo de la neurociencia, desmintiendo bulos y descifrando los secretos que todavía entrañan las enfermedades neurodegenerativas y la salud mental.
El pasado 22 de marzo celebramos junto a 105 becaios la ceremonia de entrega de becas de doctorado INPhINIT y posdoctorado Junior Leader de la convocatoria 2022. El acto, que tuvo lugar en el Museo de la Ciencia CosmoCaixa (Barcelona), estuvo lleno de sorpresas y momentos emocionantes que hicieron que los becarios disfrutaran de un evento inolvidable. Si no pudiste asistir, puedes recuperar lo más destacado en nuestro Live Tweeting.
Hoy recogemos las historias de dos de los becarios que nos acompañaron: Anabel Sáez Mas y Nacho Roura Blanco. Los dos dedican sus esfuerzos a la investigación y la divulgación en el campo de la neurociencia, desmintiendo bulos y descifrando los secretos que todavía entrañan las enfermedades neurodegenerativas y la salud mental.
“Empecé a investigar sobre esclerosis lateral amiotrófica (ELA) porque quería dar visibilidad a esta enfermedad”
Anabel, también conocida como @bioindignada en las redes sociales —donde hace una buena labor de divulgación—, realiza su doctorado en Biociencias Moleculares en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Anabel Sáez Mas, doctoranda en Biociencias Moleculares en el CNIO. Fotografía realizada por David Ramírez en el Museo de la Ciencia CosmoCaixa.
Siempre sintió cierta atracción y curiosidad hacia los mecanismos de la neurodegeneración. Primero, por todas las incógnitas que le planteaba el alzhéimer de su abuela. “¿Por qué mi abuela lo tiene y las de mis amigas no lo tienen?”, se decía. “Son preguntas que te empiezas a hacer desde muy pequeñita: ¿por qué pasa esto?, ¿le pasará en un futuro a mi madre? Cuando empecé a tener uso de razón, ya tenía claro que al final me iba a dedicar a la ciencia”.
Tras la de su abuela, otra enfermedad neurológica hizo mella en su familia: su padre sufrió ELA y falleció hace unos años. Aquí, el otro empujón hacia la ciencia. “Como hija te crea mucha impotencia ver una enfermedad que no tiene ningún tipo de tratamiento hoy en día”, afirma. “Que no hay nada que dé, al menos, algo de esperanza; acogerse a algo”.
Aquí cabe subrayar la peculiaridad de que el CNIO, que busca desentrañar los misterios del cáncer, dedique un grupo de investigadores a hacer lo propio con la ELA. “Son dos enfermedades distintas, pero te das cuenta de que ambas tienen un gran impacto en las personas y las familias”, subraya, y al mismo tiempo lamenta que “sobre una se pasa de puntillas”.
Para la joven investigadora contar con la beca supone, además, un “respiro”: “Hacer una tesis doctoral está muy mal remunerado en general, pero esta beca ofrece un salario más que digno para no tener que elegir entre hacer una tesis o ganar una cuantía económica decente. Con la ayuda CaixaResearch de Investigación que ha recibido el proyecto, también de la Fundación ”la Caixa”, y con lo que me han dado particularmente, vamos a poder investigar como Dios manda”.
Anabel conoció la investigación de Óscar Fernández-Capetillo, líder del Grupo de Inestabilidad Genómica, gracias a una noticia que vio en un periódico. “Me leí el artículo científico y me encantó la investigación. Contacté con él y me pudo hacer un hueco en el laboratorio”.
Este subgrupo de trabajo, al que se unió en el 2021, lleva investigando en la ELA desde el 2015. Hace dos años, el equipo halló la causa de la muerte neuronal en gran parte de los pacientes con ELA familiar. Más recientemente, como comenta Anabel, ha publicado otro trabajo que pone el acento en una descripción general de los mecanismos que impulsan la patología en la ELA. Este lo firma junto a otras compañeras del equipo, Oleksandra Sirozh y Vanesa Lafarga. “Ya se empieza a vincular nuestro laboratorio también a un laboratorio de ELA dentro del gremio investigador”.
La tesis en la que trabaja Anabel pretende generar modelos de ratón para estudiar los casos de ELA con alteración del gen C9orf72, que es la alteración genética más frecuente en pacientes de ELA. “Luego podremos desarrollar abordajes diagnósticos y terapéuticos, porque lo primero que tenemos que conseguir es entender por qué sucede la enfermedad”. E insiste: “Cualquier granito que podamos aportar es mucho para una patología a la que no se le da la visibilidad que merece”.
En este punto, la becaria expone la parte de su alter ego en las redes: @bioindignada. Esta otra profesión, la divulgativa, nació como consecuencia de su reacción a las noticias falsas que proliferaban en la red durante la pandemia. “Aunque siempre han estado ahí”, recuerda.
Esta faceta nació para convertir el cabreo que sufría en algo productivo. “Realmente la divulgación empezó un poco como una forma de canalizar la rabia y la indignación en una respuesta práctica. De ahí mi nombre, @bioindignada. Siempre me indignaba cuando veía el calado de las noticias falsas”, recuerda. Para evitar esas situaciones defiende el papel que deben jugar los científicos: “Es superimportante que dediquemos un poco de nuestro tiempo a trabajar en la formación de la sociedad, a ayudar en el paso final de hacer llegar la ciencia a la sociedad”. Y subraya que, si no realizan este esfuerzo, “a la población le resulta fácil caer en estos bulos”.
La actividad de @bioindignada se desarrolla en Instagram y TikTok (donde cuenta con 30.000 seguidores). Desde aquí quiere llegar al público más joven, al que resulta más fácil engañar desde las mismas redes. Por eso emplea los mismos códigos de comunicación para combatir las noticias falsas, despertar la curiosidad y acercar la ciencia a estas generaciones. “Como vi que no bastaba con hacer apuntes en los comentarios de las noticias, decidí aclarar por mi cuenta las mismas. Me he dado cuenta de que funciona, porque con el paso del tiempo hay usuarios que me contactan preguntando si puedo desarrollar más un tema. Y eso certifica que la divulgación es importante”.
“Ahora se habla más de salud mental, pero no siempre mejor”
Uno de los asuntos que más preocupan al investigador y divulgador científico Nacho Roura Blanco, más conocido como @neuronachoen redes sociales, es el de combatir la desinformación en la sociedad. Para ello no duda en rebatir creencias extendidas o discursos de personajes famosos sobre la dopamina o el potencial de tus pensamientos. Una tarea que combina con su investigación de trastornos del sueño y su vinculación con un grupo de enfermedades neurodegenerativas, entre las que destaca el párkinson.
Nacho Roura Blanco, doctorando en el Instituto de Neurociencias de la Universidad de Barcelona. Fotografía realizada por David Ramírez en el Museo de la Ciencia CosmoCaixa.
Tras graduarse en Psicología por la Universidad de Santiago de Compostela y cursar un máster en la Universidad de Maastricht, tenía opciones de seguir su formación en el extranjero, pero eligió un doctorado en el Instituto de Neurociencias de la Universidad de Barcelona, que está realizando con la beca de la Fundación ”la Caixa”. “Mi tesis se centra en un síntoma temprano llamado trastorno de la conducta del sueño REM, que puede aparecer entre 10 y 20 años antes de desarrollar síntomas de párkinson”, dice.
“El principal objetivo es intentar conocer cuáles son las características de los estadios tempranos de estas enfermedades neurodegenerativas para las que no hay cura, porque eso va a permitir personalizar el tratamiento”.
El año previo al inicio de su doctorado lo dedicó de lleno a la divulgación, dando charlas en institutos de Galicia y escribiendo su primer libro, El cerebro milenial. “Mi objetivo era intentar aportar algunos de los resultados en neurociencia sobre temas que están en boca de muchas personas de mi generación”, recuerda. “En redes sociales se habla mucho de sexualidad, de orientaciones sexuales, de placer…, pero faltaba aportar rigor y, sobre todo, un lenguaje sencillo y atractivo que respetara el método científico”.
“Aunque parezca que no”, prosigue Nacho, “la sociedad española está más interesada en el conocimiento de lo que se cree a priori, pero la comunicación se ha hecho en ocasiones en un código distinto al que maneja la calle”.
Respecto al conocimiento sexual de los jóvenes, cree que pasa algo parecido a lo que ocurre con la salud mental: “Es cierto que se habla más que en la época de nuestros padres y abuelos, pero no implica que necesariamente se hable mejor. En ese ímpetu por tratar esos temas creo que a veces se pierde el rigor y el término medio. La salud mental está en boca de todo el mundo: de influencers, de personajes de la tele… Y aunque me parece necesario que se visibilice, también se corren riesgos, como patologizar procesos normales de la vida cotidiana o banalizar esos temas”.
Además, ha querido explicar por qué las redes sociales funcionan tan bien: “Es porque se aprovechan de mecanismos cerebrales que hemos ido perfeccionando a lo largo de miles de años. Y eso lo concentran unas plataformas que pretenden que pases el mayor tiempo posible en ellas; y si de paso compras, mejor”.
Le pedimos ejemplos de desinformación científica: “Hay unos cuantos, pero mencionaría los que están relacionados con las bases biológicas de los trastornos mentales. Hay profesionales que siguen defendiendo que tienen invariablemente una base biológica, así que mucha gente piensa que una depresión ocurre porque tienes alteraciones en la serotonina, o que si tienes un brote psicótico es algo que se te va a quedar de por vida. Una depresión es algo mucho más complejo, hay muchos tipos y, por tanto, no todas responden igual ante el mismo fármaco. No se niega que la biología y la parte orgánica jueguen un papel importante, pero se debería resaltar que el cerebro y la química del cerebro son plásticos”.
El investigador subraya que no podemos equiparar el suicidio, que es la principal causa de muerte no natural en personas de entre 15 y 29 años, con los trastornos de salud mental. “No todas las personas que se suicidan tienen un trastorno de salud mental ni viceversa”, insiste. En lo que respecta al suicidio, considera que “lo principal es que desde el ámbito institucional se destine dinero para un plan integral nacional de prevención, que no se limite a hacer un teléfono como el que se ha hecho, el 024, sino que sea una atención realizada por psicólogos clínicos, que no tenga un tratamiento eminentemente farmacológico”.
Terminamos preguntándole qué le quita el sueño a él: “Siempre defiendo que compartir las vulnerabilidades y dificultades es una fortaleza, así que me preocupa que muchas veces decir que nos encontramos mal o que no nos vemos capaces se tome como un síntoma de debilidad”.
Fuente:
Historia adaptada a partir de los siguientes artículos del diario El Mundo:
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2023/03/23/641ac2cfe4d4d850578b45d1.html
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2023/03/23/641b00f7fdddfff1bc8b45b8.html