La revelación sobre los favores sexuales a cambio de cargos es solo la punta del iceberg. La infancia tormentosa de los hermanos. El rol de Kikuchi, el otro cacique de la fuerza.
Ahora se sabe que las fuentes recaudatorias del partido de Javier Milei son sus propios militantes, a quienes él exprime sin pudor. Tal revelación fue hecha en las redes sociales por Mila Zurbriggen, quien encabezaba Generación Libertaria, el ala juvenil del partido liderado por el polémico diputado. El tipo les cobra a cambio de cargos relevantes y hasta por visitarlos en el interior del país. Pero con una alternativa de pago: “encuentros íntimos” con él. Una auténtica ganga por parte del hombre que se jacta de ser “un campeón del sexo tántrico”.
Pues bien, el escándalo en torno a su figura crece como una bola de nieve. Y ya dejó al descubierto un detalle que hasta ahora no fue tomado en cuenta: La Libertad Avanza funciona como una secta, en la cual el mesiánico Milei es algo así como una versión laica del gurú Maharaj Ji.
Alguien que tuvo una infancia tan tortuosa como la suya solo tiene dos caminos posibles: ser una persona sensible ante toda injusticia o convertirse en un idealista del resentimiento. No hace falta aclarar la opción que tomó Milei ante semejante dilema. Ni que fue un niño golpeado y humillado por su padre, un colectivero de la línea 111 devenido en pequeño empresario del transporte (era propietario de dos unidades). Y su madre toleraba tal pedagogía.
Tanto es así que él se encargó de divulgar esos detalles de su niñez en los programas de televisión que visitaba desde mediados de la década pasada, cuando algunos periodistas comenzaron a sacarle el jugo por su histrionismo algo neurótico.
Por caso, en Animales sueltos, dijo al respecto: “mi viejo me cagaba a trompadas. No me olvido más de una golpiza en particular. Fue el 2 de abril de 1982, cuando yo tenía 11 años. Veíamos en la tele lo de Malvinas y se me ocurrió decir que eso era un delirio. A mi viejo le agarró un ataque de furia y empezó a pegarme trompadas y patadas”.
Así transcurría la vida cotidiana de los Milei en su hogar de Devoto. Por eso, sus primeras entrevistas periodísticas concluían siempre con las mismas palabras: “a mis viejos no los veo más. No existen. Para mí están muertos”.
Pero, embarcado a fines de 2021 en su campaña para las PASO, saltó a la luz que aquel hombre, pese a transitar ya una edad madura, vivía otra vez con sus papis en la casa familiar.
En este aspecto flota un enigma: ¿cómo es en realidad su convivencia con el individuo que lo maltrató hasta la adultez? Es notable que por ahora ningún psicólogo insinuara al respecto el peligro de un parricidio.
La que también volvió al hogar fue su hermana, Karina Elizabeth, dos años menor que él. Esa mujer de rostro alargado y ojos hundidos fue –diríase–una depositaria pasiva de los castigos a Javier. Porque cada trompada que éste recibía, ella la somatizaba con diversas dolencias físicas.
No es exagerado afirmar que ellos son uña y carne. De hecho, Karina es para Javier un ángel de la guarda. Siempre lo fue. Y para tenerla cerca suyo, acostumbraba a conferirle responsabilidades tutelares. Por ejemplo, cuando él, de adolescente, era un empeñoso arquero en las inferiores de Chacarita, se las ingenió para entronizarla como mascota del equipo, y cuando graznaba covers de los Rolling Stones en una bandita casera a la que bautizó “Everest”, ella fue su groupie oficial. Ella le elegía la ropa en las tiendas. Ella era su confidente. Ella hasta le aprobaba (o no) las novias, pero con un dejo de recelo, de mala gana, como si temiera que esas chicas lo alejaran de su lado.
Fue en semejante contexto familiar que Milei se anotó en la carrera de Economía. El papá le solventaba los salados aranceles de la Universidad de Belgrano, pero no le pasaba un mango, ni para viajar a la Facultad. Su deporte favorito era hostigarlo mientras estudiaba. Y el pobre Javier rompía en llanto como un niño, mientras se refugiaba en los brazos de Karina.
Ella cursó estudios (incompletos) de Relaciones Públicas, tomaba clases de pintura y solía calmar sus nervios armando muñequitos de lana. Pero lo que realmente agitó su visión del mundo fue la astrología y el tarot. Ya entonces no daba un paso sin un análisis previo sobre la posición de los lejanos cuerpos celestes y tampoco sin consultar esas proféticas barajas del siglo XIV.
Tres décadas después, con su hermano ya en el podio de la ultraderecha, esa mujer que siempre cultivó una discreción casi maníaca fue presentada en sociedad de un modo por demás inquietante.
Ocurrió en un programa de la señal LN+, cuando el animador Eduardo Feinmann le preguntó a Milei:
–Si usted fuera presidente en 2023, ¿qué rol tendría su hermana?
Sin titubeo alguno, la respuesta fue:
–Jugaría el rol de primera dama.
¿Qué hubiera opinado el doctor Freud al respecto?
Es notable que Milei explique la relación con Karina en términos bíblicos: “Moisés era un gran líder, aunque no era bueno divulgando. Entonces Dios le mandó a Aarón para que divulgue. Ella es Moisés y yo soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador”.
Eso lo dijo en el programa de Viviana Canosa.
En un rincón, fuera de cámara, Karina medía tal frase con la actitud de un supervisor técnico; así, dicho en masculino, como el nombre de guerra que le puso Milei: “El Jefe”.
Lo cierto es que, ya por esos días, el entorno político del flamante líder digería a regañadientes que esa mujer –solterona y sin hijos, como él– fuera su sombra. Pero en aquel entonces, sus funciones se limitaban al manejo de sus horarios, a la selección de sus entrevistas periodísticas y al asesoramiento de cuestiones especiales (dada la franela de Karina con la astrología y el tarot), además de construir su imagen (el cabello despeinado y la camperita negra de cuero son resultado de su inventiva). Pero al despuntar el otoño de este año, su influencia sobre el hermano aumentó en forma exponencial, al igual que los derrapes discursivos de este. Karina ya era la gran titiritera.
Así fue que el partido de Milei quedó bajo el control absoluto de aquella mujer, junto con otro sujeto: Carlos Kikuchi.
Este es nada menos que el actual hombre fuerte de La Libertad Avanza. Y al punto de que –también tarot mediante– Karina lo honró con la delicada misión de convertir a Milei en el próximo presidente.
Hijo pródigo de la periodista Malu Kikuchi –una “ensobrada” histórica de la SIDE desde los años menemistas–, el tipo suele darse dique con haber sido “consejero” de Domingo Cavallo. Pero solo fue uno de sus choferes. Y el exministro jura que no se acuerda de él. Con la venia de “El Jefe”, Carlos (a) “El Japonés”, cuya cosmovisión lo sitúa a la derecha de Atila, es el patrón operativo de La Libertad Avanza. Y el depositario de su armado nacional.
Por: Ricardo Ragendorfer – @Ragendorfer
Fuente: tiempoar.com.ar