Las cifras de un informe del Inamu.
Desde la sanción de la Ley 27.539, la búsqueda de mayor igualdad comenzó a dar frutos. Los géneros con mayor equidad hoy son el tango y el jazz, con cifras auspiciosas en el rock.
La Ley 27.539 que establece un cupo de al menos 30% de solistas, agrupaciones musicales de mujeres y personas de otras identidades de género auto percibidas y agrupaciones mixtas para los eventos donde haya 3 o más artistas convocados, fue sancionada el 20 de noviembre de 2019.
Pero lo cierto es que esa ley ya había empezado a escribirse mucho tiempo atrás, allá por 2015, en las redes y en las calles, con las mujeres y disidencias lanzadas a marchar masivamente por todo el país en protesta por las violencias de género, embanderadas en la consigna cada vez más difundida del Ni Una Menos y motorizadas por su activismo en favor del aborto legal seguro y gratuito.
Esa dinámica de encuentro y organización entre las mujeres tuvo su correlato en las agendas de otros ámbitos con sus demandas de género específicas. Las disciplinas artísticas, y puntualmente la música, no fueron ajenas a este proceso en el que se señalaron los problemas derivados de la desigualdad en el desempeño profesional por razones de género y sexualidad, a partir de una lógica de organización patriarcal.
El activismo fue cobrando fuerza en los distintos ámbitos musicales del país y tuvo su apogeo en 2018, en el marco del debate por el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, cuando muchas mujeres se convocaron para brindar apoyo a la ley a través de la música. Así se fueron constituyendo núcleos que se ocuparon de visibilizar a las músicas mujeres cis, mujeres y varones trans y artistas no binaries y sus reclamos por problemáticas de desigualdad.
Uno de los que fue tomando cuerpo fue el de la poca participación en las actuaciones en vivo. Lo distintivo de este reclamo fue el abordaje, que hizo foco en las condiciones laborales poniendo el acento en los grandes festivales y sus grillas excluyentes, algo que venía siendo denunciado de manera individual en redes por parte de algunas músicas desde 2017, con Isabel de Sebastián a la cabeza.
Además, empezaron a difundirse datos estadísticos respecto de los porcentajes de participación que daban cuenta de la enorme magnitud de dicha inequidad. Celsa Mel Gowland y Alcira Garido se encargaron de hacer un relevamiento estadístico de los 47 principales festivales de música en Argentina que resultó fundamental para poder argumentar la necesidad de fijar un cupo en la Argentina.
Por otra parte, una agrupación de 20 músicas comenzó con la campaña XMásMúsicasMujeresEnVivo; y la etnomusicóloga y Doctora en Ciencias Sociales Mercedes Liska realizaba la primera encuesta de 650 casos sobre situaciones de discriminación de género a la vez que sumaba adhesiones para la futura ley.
De acuerdo al reciente informe del Instituto Nacional de la Música (INAMU), la participación femenina durante los años 2017 y 2018, previa a la aprobación de la ley, era de apenas el 15.21%. En cambio, en el período 2021 y 2022 alcanzó el 32.19%. Lo que significa un aumento del 106% desde la sanción de la Ley.
En cuanto al comportamiento según el estilo musical, los dos géneros musicales con mayores índices de equidad son el Tango (46, 34%) y el Jazz (44,74%). El gran salto lo dio el rock, que pasó de un escueto 9,93% a un auspicioso 39,44%. Por su parte, tanto el folklore como la música popular lograron duplicar sus índices colocándose muy cerca del 30% establecido por el cupo, lo que refleja un comportamiento similar a los índices generales de cumplimiento.
Como señalan las autoras del informe, a partir de la sanción de la ley, además de estos índices porcentuales, se dieron otras mejoras del orden cualitativo asociadas al sector musical, que exceden el objeto de la norma en cuestión y que obedecen a un clima de época impulsado por los activismos de género como la inclusión de los eventos corales en la normativa; nuevos protocolos y convenios con festivales para evitar violencias, asegurarles a los artistas publicidad y remuneración acorde y promover la exclusión de la grilla de participantes con procesos o denuncias por violencia de género; más mujeres instrumentistas en agrupaciones musicales; aumento del porcentaje de beneficiarias mujeres y diversidades de los subsidios y vales de fomento del Instituto Nacional de la Música y aumento del número de proyectos presentados históricamente para acceder a ellos por mujeres y diversidades; un notable crecimiento y visibilidad de las compositoras argentinas; nuevos espacios de expresión para disidencias y diversidades, como el taller de composición de canciones de autoras travestis-trans, en el Centro Cultural Kirchner; también, nuevas organizaciones de otras ramas de la actividad: de sonidistas, iluminadoras, ingenieras de grabación, asistentes de escenarios, entre otras.
En cuanto a los medios de comunicación, la pluralización de género en programas de radio mejoró sensiblemente, tal es el caso del rock compuesto o interpretado por mujeres. En el folklore, por ejemplo, el 38% de la programación de la Radio Nacional Folclórica está dedicada a difundir la música de mujeres y diversidades.
No es casual que, en 2019, mismo año de la sanción de la ley, se presentaran a los Premios Gardel un 250% más de discos de mujeres y diversidades. Ese año, por fin, una mujer obtuvo el Gardel de Oro, Marilina Bertoldi, después de 19 años sin ganadoras mujeres (la última en llevarse el galardón había sido Mercedes Sosa).
Tal como plantean las autoras del informe, la escasez de presencia femenina en los escenarios que históricamente era percibida con total naturalidad, hoy es entendida como discriminación de género gracias a la toma de conciencia que atraviesa a buena parte de sociedad.
Incluso, esta ley cuenta con el 84% de aceptación por parte de quienes integran el ámbito de la música, según revela una encuesta del INAMU. Sin embargo, los reclamos por incumplimientos persisten y se les suman otros nuevos como los que suscitan la repetición de artistas, la falta de mención publicitaria de las nuevas artistas, las programaciones de duración insuficiente o en horarios inconvenientes o, los pagos desiguales o bajos. Abajo del escenario, las dificultades continúan: falta de sostén económico, destrato profesional, dificultades asociadas a la maternidad y a los derechos intelectuales.
De cara a los desafíos que hay por delante, no debemos perder de vista que esta medida legislativa duplicó con creces el porcentaje de participación previo a su sanción; tampoco hay que perder de vista que aún se está lejos de la equidad. La lucha por la democratización de las relaciones de género en los ámbitos musicales continúa, con alegría, con organización, con estrategias y música, mucha música.
Por Carolina Santos y Silvia Arcidiácono
* Agencia Télam.