Las letras, los signos, el estudiantado, el profesorado, los representantes de las diferentes líneas de gobierno, el gobernador de la provincia de buenos aires, el presidente, el jefe de gobierno de la ciudad, su ministra de educación, las palabras de periodistas, de lingüistas, ahora la voz del representante máximo de la Real Academia Española. Todos levantemos la retaguardia, no sabemos cuál será el próximo golpe estratégico.
Pero, ¿qué pasó?, de repente no sabemos hablar más, no sabemos escribir más ¿o es que hay un debate político social que se viene gestando como una caldera en ebullición y están saltando chispazos por todos lados?
Realmente ¿qué es lo que nos preocupa?. ¿El lenguaje inclusivo?
Como sociedad, sería más interesante plantear y debatir sobre las diversidades, las individualidades, la igualdad, el respeto hacia la otra persona.
Si al lenguaje como ya hemos leído cientos de veces durante estos días, lo usamos como queremos, es nuestro, nos lo apropiamos, nadie nos lo va a quitar, eso lo tenemos claro después de tanto repetir y repetir.
El lenguaje español no excluye a nadie. Ese no es el debate. Cómo lo utilizamos sí.
Pero entre tanto bombardeo, qué difícil centrarnos en el foco. La variable prohibición, no juega a favor de nadie.
Estamos grandes para que en el siglo XXI nos prohíban como debemos o no hablar. Al contrario, si por obligaciones fuera, el Jefe de Gobierno porteño (por ejemplo), debería exigirles a sus docentes que les enseñen a sus alumnos y alumnas, como dentro del diccionario de palabras que incluye la lengua española, hay formas de utilizarlo para que nadie quede afuera, para que nadie se sienta excluido ni invisibilizado.
Pero para que nadie “quede afuera”, no existen soluciones rápidas ni mágicas. Una cultura, una estrategia y una mirada con perspectiva de diversidad no se construye de un día para el otro.
Los ámbitos educativos, cuentan con la herramienta mágica, con la ESI, es ahí donde hay que debatir, cuestionarse, repensarse y potenciar la diversidad a través de la comunicación. Excluyendo la letra “e”, la “x”, el signo “@”, no hace que se eviten la transmisión de valores que provengan de cualquier ámbito (como la familia, grupos de amigos, referentes) y que estos fomenten estereotipos de género o reproduzcan violencia y/o discriminación en todas sus formas.
Tampoco hace que en las próximas pruebas censales Aprender, los resultados arrojen mejor comprensión en lecto escritura, comprensión de textos. Por inhabilitar y censurar “les chiques y les estudiantes”, mágicamente no va a subir la calidad de comprensión en lectura.
La mejora en la calidad del educando se genera con mejores políticas educativas, con más inclusión y equidad desde las medidas que debe adoptar el gobierno.
Si el 50% del estudiantado de este país, resultado que arrojaron las pruebas Aprender, está debajo de la línea de pobreza; primero hay que preocuparse por resolver esa situación.
Los resultados, no arrojan solo números postpandemia. Nos develan los números de la desigualdad. De los niños y niñas que tenían que comenzar primer grado, escolarizarse para comenzar con lecto escritura y que solo pudieron aprovechar en alguno de los casos, las hijas e hijos de familias que tenían acceso a la conectividad. El resto, tuvo que esperar la presencialidad.
Eso es desigualdad. Y ahí está uno de los grandes ejes que como sociedad debemos revisar. La responsabilidad de los resultados, no la tiene la juventud que lleva a las aulas el lenguaje inclusivo.
Que las chicas y los chicos salgan a manifestarse en las puertas de los colegios, que hagan carteles reivindicando su derecho al uso del lenguaje inclusivo, que no se van a dejar invisibilizar; está bien, es así como se generan los grandes cambios en una sociedad. Los cambios no son hazañas de unos pocos tibios. La juventud, como vimos en las calles, acompañadas y acompañados por docentes, salen a reclamar lo que consideran justo. Y en realidad la verdadera justicia está en que no se les puede prohibir utilizar el lenguaje y hacer uso de su propiedad.
Las declaraciones de Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, fueron acertadas. En un reportaje que le hicieron en un medio gráfico chileno, cuando le consultaron sobre el debate del lenguaje inclusivo, su respuesta fue: “La RAE no es la única que puede normar esto, desde luego. Son los ciudadanos, al usar el idioma, los que establecen las reglas. La RAE siempre va un poco atrás de la ciudadanía. Podemos decir que una fórmula como “les niñes” no está en los usos generales, no forma parte de la gramática ni es ortodoxa esa manera de hablar. Es más bien una manifestación política, una expresión que no tiene realidad práctica” y manifestó sobre el uso de la “e”, que “es la sociedad, los hablantes quienes deciden como evoluciona su lengua. Lo decidirán también con el lenguaje inclusivo. La lengua cambia muy lentamente siempre”.
Y concluyó diciendo que “si hay colectivos que quieren emplearlo, pues son muy libres de tratar de imponerlo. Si alguien quiere implantarlo, adelante, y si lo consigue, pues lo felicitaremos en el futuro y en tal caso habrá que cambiar las normas de nuestras reglas para incorporarlo”.
Entonces Sres y Sras de la política, si este Señor, que es el director de la RAE, implícitamente está autorizando o liberando a la juventud o a quienes deseen utilizar el lenguaje inclusivo; cuál es el real sentido de semejante prohibición.
Empecé diciendo que este momento parecía una película de ficción y que nos estaban atacando. La verdadera bomba, es la prohibición, esa palabra que no debería escucharse más en boca de personas que asumen la obligación de construir una sociedad más justa, equitativa, inclusiva, igualitaria.
Lic. Mariana Diaz Grangeat